Alimentarse saludablemente es una alabanza a Dios.

reflexiones
Siempre he creído que cuidar la alimentación es algo bueno para el alma. Y en mi fe siempre he creído que cuidar de mi cuerpo y salud es algo que le ha de gustar a Dios. Pero Dios me dio más razones para abonarle a mi creencia hace un par de semanas. Al encontrar a alguien con una percepción similar a aquella que yo tenía sobre la alimentación ya la espiritualidad; Lysa TerKeurst. Fue algo padrísimo leer que alguien miraba también el acto de nutrir como un acto que nutre mucho más que el cuerpo. Fue algo así como “uf!, entonces no soy la única loca” (juro que no creo que es una locura y si llegara a serlo pues, ¡bendita locura!, pero sé de tanta gente que lo ve así, que a veces una parte de mi logra pensar que tal vez si lo sea). Lo padre al leer a Lysa fue que me dio herramientas para defender la idea que de
 
   alimentarse saludablemente es una alabanza a Dios.  Estas herramientas son diversos versículos de la Biblia, que cuando los lees y analizas junto con Lysa TerKeurst logras captar un mensaje que tiene ver con ser responsables de nuestra alimentación y el cuidado de nuestro cuerpo. Es extraño ya mi gusto poco útil para la vida estar desligando la espiritualidad y religión (hablando de todas) de las acciones de la vida diaria. Porque desde mis ojos y mi ser; la espiritualidad es la esencia pura del ser humano, es lo que nos conecta con la naturaleza de la creación, la divinidad y lo intangible. Y andar por la vida sin esa esencia nos volvería entonces unos robots.
 
  
 
 Cuando yo pienso en religión y espiritualidad no necesariamente pienso en una institución sino en “algo”. Ese algo que llevamos dentro, que nos hace sentir vivos y no solo estar vivos; que nos sostiene y da dosis de fe en los momentos de “derrota” y que nos regala bienestar y paz para seguir en el camino.  Mantener viva y bien nutrida la espiritualidad nos permite tener un espíritu fuerte y guerrero ante las adversidades, nos genera razones suficientes que nos motivan a ser mejores personas en el día a día. Nos inspiramos a creer; aun cuando no veamos frutos momentáneos a nuestro trabajo. Nos incitar a dar y darnos lo mejor cada día. Y yo veo que todo esto es necesario en la vida diaria, entonces ¿porque desligar la espiritualidad de nuestra vida diaria, incluido el acto de alimentarnos y nutrirnos?    
 
  
 
Mi primera inquietud, que hizo que ligara la nutrición con la espiritualidad. Fue cuando en mi cabeza retumbo el primer mandamiento de Dios… “AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS, Y A TU PROJIMO COMO A TI MISMO”. Generalmente cuando escuchamos este mandamiento hay dos cosas que nos quedan claras: 1. Amarás a Dios y  2. Amarás a tu prójimo. Pero en realidad este mandamiento incluye una tercera “orden” 3. Amarte a ti. 

Si la “orden” o bueno yo prefiero llamarlo “recomendación” de Dios. Es amarlo a él, más que a todas las demás cosas (incluidos los alimentos. Llámense pasteles, nieves, papitas fritas, hamburguesas, espinacas, lechugas, huevos, etc.). Y la otra parte es amarás  a tu prójimo como a ti mismo; porque andar entonces desviviéndonos por los demás y no nos cuidamos a nosotros. Es bueno ayudar y amar a los demás. Pero es más bueno AMAR Y AMARSE A LA MISMA MEDIDA.  

Y si Dios quiere que nos amemos y una forma de demostrar amor es el cuidado. Tenemos que cuidarnos. Pero cuidarnos y amarnos no solo con la razón de “ser bonitos o  ser mejores en el exterior” si no de ser “bonitos y ser mejores desde nuestra esencia. 

Yo creo que alimentarnos saludablemente es una alabanza a Dios… Y lo que creo, ¿porque a quien no le gusta que cuiden lo que hace?

Dios nos creó y nos doto del instrumento perfecto para vivir: nuestro cuerpo. Y  es por eso que yo creo que él sonríe cuando como saludable Y sobre todo cuando lo hago pensando que es por mi bien, que es por cuidar el regalo que me dio Dios y  por ser ese buen sirviente de Dios que cuida y multiplica de los talentos que Dios le dio ( Mateo 25:14-20). 

Creo que muchas veces fallamos a ese primer mandamiento de Dios sin darnos cuenta conscientemente de que lo hacemos. Cuando anhelamos y amamos más algún alimento, más que al  mismo Dios. Y Lisa TerKeurst habla perfecto de esto en su libro Fui hecha para desear.  

Hace un par de años era una fiel adoradora del santísimo en una comunidad de la cual gozaba formar parte. Y recuerdo frecuentemente que una de las dirigentes nos repetía con énfasis que Dios hizo un espacio en nuestro corazón y vida que solo podemos llenar cuando tenemos la presencia de Dios en nuestras vidas.  Cuando ella lo decía yo casi siempre tenía los ojos cerrados; porque acostumbramos hacer esto mientras orábamos y en mi mente visualizaba sus palabras como si nuestro corazón fuera un rompecabezas que estaba siendo armado, y que una de esas piezas era Dios. 

Recuerdo que los últimos meses de vida de mi abuelo mientras luchaba contra el cáncer, él se sentaba en su mesa del comedor a armar rompecabezas de muchísimas piezas. Y cuando llegábamos a visitarlo me gustaba ponerme a “ayudarlo”, aunque la verdad es que pocas veces logre poner algunas piezas; ya que algo que me pasaba era que me aferraba a querer poner una pieza en el lugar que no era. Y creo que eso a veces nos pase cuando estamos queriendo poner en ese espacio de nuestro corazón que le corresponde a Dios, algunas otras cosas.  Muchas veces, cosas que llamamos: comida, relaciones humanas, trabajo, alcohol… etc. Es verdad que la mayoría de las cosas que nombre a veces parecieran que pueden embonar bien en el espacio que pertenece a Dios en el “rompecabezas de nuestro corazón”, pero nunca podremos lograr que las demás piezas embonen si ponemos una incorrectamente, ya que nos quedaran vacíos que querremos estar llenando de manera equivocada. 
 
Si lo pensamos así entonces podríamos pensar  que el exceso de comida que me di el otro día tiene sentido. Tal vez si era verdad que sentía un vacío en mi ser y lo más simple fue llenarlo con comida. Porque era algo que tenía  más a mi alcance. Porque a lo mejor hay quienes lo hacen con sexo sin amor, o quienes lo hacen comprando ropa,  algunos con exceso de ejercicio o algunos  otros con alcohol. 

Y entonces tal vez la pregunta actual es ¿Que hago en ese momento?, MEDITA O COMO LO LLAMAMOS ALGUNOS HAZ ORACIÓN. 

A veces basta con repetir un tu mente una frase que te de fortaleza, otras veces es necesario en verdad detenerse a pensar sobre el origen de nuestro deseo hacia ese alimento o cosa, o a veces de verdad es necesario aclamar a las fuerzas divinas y decir Yo no puedo sol@, Dios ayúdame con esto.  ¿Y en verdad funciona?  A mi si me ha funcionado, ¿qué tal si ahora lo intentas tú? Piensa que tal vez haz intentado de todo para ser más saludable y siempre hay un algo que falla, te sabotea y saca del camino, tal vez esta sea la pieza que le hace falta a tu “rompecabezas del corazón” para estar complet@ y llevarte al bienestar.

En mi vida el bienestar físico tiene una muy ligada relación el bienestar espiritual. Pues cuando el alma se siente bien, nada te hace falta. Te sientes completo a pesar de que socialmente nos falten muchas cosas. Y no hay espacio para los excesos porque te sientes en plenitud.

Para despedirme he de confesar que soy una mujer que a pesar de tener estas conclusiones a veces flaqueó. Pero cuando recuerdo a Dios y lo que él hace por mi vuelvo a tomar fuerzas. Expreso esto porque si algún día nos toca cruzarnos en el camino y ese día estoy flaqueando, te pido que no me juzgues; si no mejor me recuerdes este mensaje de amor que Dios nos deja en la biblia para lo que estamos teniendo un día difícil.  

“Bástate mi gracia que mi poder se perfecciona en tu debilidad” 2corintios 12:9

Gracias Lysa TerKeurst (porque aunque no creo que leerás este blog) fuiste mi inspiración a escribir un post que por tanto tiempo tuve ganas de escribir y que por temor tonto a ser juzgada no lo hice. Hoy lo ha hago con valentía y gusto esperando que quien lo lea pueda ver en él una visión diferente y que se rige en el amor más grande, para hacer cambios en su alimentación. 
 

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