Un anunciado adiós

reflexiones
Un anunciado adiós

Hace varios meses, después de una exploración corporal sentí una fuerte invitación a escribir
una carta, no la hice y mucho menos pensé en publicarla porque estoy segura de que si mi
mamá la lee, llamará en un par de minutos a mi teléfono agobiada o quizá hasta llorando para
preguntarme si estoy bien o si estoy muriendo. Y tendría que contestarle que sí.


Porque, aunque pocas veces lo queremos tener presente, morimos mientras vivimos y/o
vivimos mientras morimos. Ambos vienen juntos en el combo de la vida, aunque nos
intrigue y más aún muchas veces nos asuste tener presente la idea de que moriremos.


Yo en lo personal, creo que tener presente a la muerte en nuestras vidas, nos recuerda la
impermanencia y le da valor al momento, las personas, las sensaciones y las emociones.


Regresando a la carta, la carta es a mi cuerpo. Ya he hecho varias de ellas a lo largo de mi
vida, regularmente cuando siento necesidad de conectar con él, cerrar ciclos o me doy
cuenta de que sus sutiles cambios diarios ya no son tan sutiles. Pero esta carta tiene otro
fin.


Se titula...

Un anunciado adiós a mi cuerpo.

 

Querido cuerpo:
No puedo imaginarme separarme de ti sin escribirte esta carta de despedida, y aunque
anhelo que aún nos queden muchas vivencias, sensaciones, olores y sabores juntos, y más
aún tener oportunidad de editar y agregar muchas cosas más a esta carta. No me gustaría
que, si el momento de despedirnos llegará de forma inesperada y poco sutil, no recibieras
estas letras.


Hemos sido uno durante varios años. No recuerdo el momento donde mi alma y tú se
fusionaron, ni el momento en que nuestra cuidadora principal, intérprete, fiel creadora de
historias, cuenta cuentos, a veces porrista y otras veces malvibrosa mente, se unió a este
trío para ser uno mismo. Pero desde entonces hemos crecido, aprendido, amado, ideado y
creado; hemos vivido dolor, nos hemos golpeado, visto derrumbarse algunos de nuestro
sueños y vivido despedidas.


Hablando de despedidas. Se llegó el momento de despedirnos nosotros, no volveremos a
estar juntos los tres; aunque me gusta pensar que cada uno tomará su camino el cual no se
cual sea; tal vez nos transformemos en historias, recuerdos, o algún tipo de energía ¿qué
sé yo? y no estoy aquí para hablar de a dónde vamos. Sino para conmemorar lo que fuimos.
Porque, ¿por qué esperar a que otros lo hagan? Nadie mejor que nosotros para saber lo que
vivimos.

Los que nos acompañaron este camino, solo son espectadores y contarán una parte de la
historia. Pero nosotros, sabemos la historia desde adentro. Sabemos que fuimos
afortunados de ser aceptados, protegidos y amados, desde que se enteraron de que llegaríamos.


Sabemos que no fue fácil para el cuerpo, crecer en un cuerpito enfermizo ¿te acuerdas de esas fuertes fiebres que te daban de niña, de las constantes inyecciones que tuvo que ponerte
la vecina y mamá por las noches? (Gracias a ambas). Tener un cuerpo más grande de lo
esperado por la sociedad mientras crecías y un tanto oloroso en sus años donde
transicionaba entre la niñez y la pubertad.


Pero también no puedo dejar de motivarte a recordarte a tu tribu, la cual te dio lo mejor
que podía, aceptó cada parte de ti, de tus pensamientos y de tus palabras; aún cuando a
veces eran demasiado directas, validó tus emociones y te ayudaron a crecer en un espacio
seguro dentro de tu hogar.


Te recuerdo pequeño querido cuerpo, creciendo y cambiado. Aprendiendo y buscando tu
lugar en tu entorno más allá de tu familia. Descubriendo desde tus pocos años, que eras
capaz de pelear por lo que te parecía injusto, defender tus ideas con coraje y pasión, frenar
con fuerza las voces burlonas y los maltratos que cualquiera de tu entorno pudiera recibir.


Te vi crecer, cambiar varias veces de tamaño, forma y hasta color de cabello. Dejaste de
desear tener los ojos azules y aprendiste no solo aceptar, sino a ver con belleza los ojos que
tantos colores, lugares y tonalidades nos permitieron ver ¿Recuerdas lo mucho que gozaban
mirar esos ojos el cielo y las nubes moverse?


Miré nuestras manos tantas veces, las recuerdo inquietas, movedizas, ágiles para crear,
suaves para acariciar, buenas para dar masajes y firmes para contener. Cambiaron con el
tiempo, claro. Como todo en nosotros.

Y aunque poco fui consiente de cómo cambiabas por dentro, puedo mostrarme y reconocerme agradecida por tanta labor de ese corazón que no dejó de latir desde aquella vez que lo hizo en el vientre de mi mamá, hasta hoy.
De esas piernas y pies que nos sostuvieron y llevaron a tantos lugares y momentos.
A ese páncreas que, aunque parece que desde pequeño empezó a tener estragos, me
enseñó tantas cosas.
A esos músculos que nunca no vi asomarse en la zona abdominal, pero que en cada lugar
que tenían en ti, nos hicieron fuerte.
A los huesos, que se hacían recordar de vez en cuando, cuando le dolía la rodilla, pero que fuera de esos días de protagonismo siempre nos sostuvieron.
A esa piel: Ella era capaz de contar historias y le gustaba grabarlas en diversos rincones de
sí misma.
A ese intestino, que podía pasar días pareciendo que no hacia bien su chamba y que iba
tarde. Pero más bien era el único dentro de nosotros que vivía más lento y se daba su
tiempo. Tal vez hubiéramos podido aprender más de él.

Y aunque podría decirte algo de cada parte de ti, que cuente una historia de las que hemos
vivido, no hay nada que tú no sepas. De hecho, tal vez esto también lo sepas desde el inicio
de esta carta, solo puedo decirte gracias, mi fiel compañero, mi casa, mi vehículo, mi
cómplice, mi aliado por todo lo vivido mientras llegábamos a esta anunciada despedida.
Porque solo lo que estuvo vivo puede morir, y tú y yo vivimos mucho, bien y bonito.


Con amor y gratitud
La otra parte de mi ser.


Pd. No me estoy muriendo. Bueno sí, pero no sé ni cuándo, ni de qué. Más creo que si hay un día donde podemos hablar de la muerte con más facilidad y tanto miedo, ese día es en estas fechas.

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